Silvino Vergara

Estado Tóxico.

“Estado Tóxico”

Parte VI

 

Dr. Silvino Vergara Nava

“Debemos elevar la voz y corregir una tendencia

insidiosa, la tendencia que consiste en imputar el delito

a la sociedad en vez de atribuirla al individuo…

no es al sociedad misma la responsable del delito:

Los responsables del delito son los delincuentes”

George Bush

Vamos sumando elementos para la conformación de este Estado Tóxico actual, y que son: la ausencia de voluntad de los entes gobernantes para imponer medidas con el afán de mejorar al Estado, la indiferencia de la burocratización, la inyección de miedo a la población, la ceguera de la economía consumista, el uso indiscriminado de la ciencia y la tecnología, pues bien, ahora corresponde a la criminología, aquella disciplina que aun sin tratarse de una ciencia se encarga del estudio de la cuestión criminal, esto es, las razones por las cuales las personas cometen delitos, y de donde posteriormente aparece la política criminal que versa en la serie de medidas que imponen los Estados para combatir el crimen.

Se ha sostenido que el padre de la criminología es el médico italiano Cesare Lombroso (1836-1909) quien consideraba que los delincuentes son diversos sujetos que nacen con esa tendencia natural para delinquir: “La mayoría de los delincuentes natos tienen oreja asa, cabellos abundantes, escasa barba, senos frontales separados, mandíbula enorme, mentón cuadrado o saliente, pómulos anchos, gesticulación frecuente, tipo en suma parecido al mongólico y algunas veces al negroide…Los criminales eran zurdos”. (ZAFARONI, Eugenio Raúl. “Criminología Aproximación Desde Un Margen”. Editorial Temis. Bogotá, 2003) Y que, en voz de Eugenio Raúl Zaffaroni el pensamiento de este medico italiano del siglo XIX, se trato de que: “no es más que el resultado de la alianza del discurso biologista médico con el poder policial urbano europeo… se fue armando en todo el hemisferio norte y se extendió al sur del planeta,…y que concluyó catastróficamente en la Segunda Guerra Mundial…” (ZAFFARONI Eugenio Raúl “La Cuestión Criminal”, Planeta, Buenos Aires, 2012) Indudablemente, esta tendencia se ha mantenido, los delincuentes son seres natos para delinquir. En los tiempos del gobierno de Ronald Reagan (1983) reflexionó: “Esta misma filosofía de izquierda que tenía la intención de hacer surgir una era de prosperidad y de virtud a través del gasto público masivo ve a los criminales como productos, victimas de malas condiciones socioeconómicas… es la sociedad decían, y no el individuo, quien falla cuando se comete un delito… pero bueno, hay un nuevo consenso rechaza totalmente ese punto de vista” Criterio que se ha seguido en ese país del norte hasta nuestros días con graves resultados de criminalización masiva, sobrepoblación en los centros penitenciarios, que ha convertido más que el combate propio a la delincuencia, una forma eficaz de control de la población, convirtiendo los castigos no una sanción propia y exclusiva al delincuente, sino una demostración para quien osare cometer las mismas conductas, ejemplo evidente; la pena de muerte, que en pleno Siglo XXI, se hace un despliegue de propaganda por los medios masivos de comunicación de todas las minucias previas a la ejecución de una persona.

Esta escuela del delincuente nato es la que ha desarrollado el pensamiento basado en que, conociendo que, por su naturaleza se puede ubicar a las personas que potencialmente delinquirán, entonces, los delitos se pueden evitar, y la forma de evitarlos es la conformación de políticas “preventivas” de detención masiva y control sobre sujetos sospechosos, presuntos delincuentes, que conformaron la legislación penal del autor, –no derecho penal, pues esto es otra cosa- en donde el castigo es por “lo que eres” –raza, religión, clase social, idioma, color de piel, etc.- y no “por lo que haces” que es cometer propiamente un delito. Derivado de ello es que, observamos una tendencia expansiva sobre las políticas de “tolerancia cero” en todo el mundo, que fue propagada por el alcalde de Nueva York del partido Republicano de los Estados Unidos: Rudolph Giuliani, y que desafortunadamente la propia población aprueba estas medidas como un reconocimiento de que los gobiernos de los Estados están haciendo algo combatiendo la delincuencia, con más patrullas, policías, cámaras de vigilancia, retenes, etc.

Por su parte, se critica a jueces y magistrados que “dejan huir” a un delincuente por razones de “mero formalismo jurídico”, cuando precisamente la única solución para evitar esta criminalización sobre los pobres, la ciudadanía y sobre todo, contra los políticos o con pensamientos de oposición -que son a los que únicamente alcanza el Estado a enjuiciar- es el derecho penal, que a través de sus principios, y los fines del propio derecho, como son la seguridad jurídica y la justicia, deben de combatir al poder ilimitado del Estado para convertir a los ciudadanos en delincuentes, cita el profesor Loic Wacquant: “En el campo de las políticas, y después en el de las prácticas judiciales es necesario oponerse a la multiplicación de los dispositivos que tienden a ampliar la red penal y proponer cada vez que sea posible una alternativa social, sanitaria o educativa que muestre cómo estas últimas tratan el problema desde su raíz, cuando la vigilancia policial y el encarcelamiento a menudo no hacen más que agravar y acrecentar los problemas…” (WACQUANT, Loic, “Las dos caras de un gueto” Siglo XXI, Buenos Aires, 2010) Estos estudios “concienzudos” de criminología y de políticas discriminatorias, persecutorias, han dejado atrás al Estado social de derecho para pasar al Estado vigilante, policial y penal, que es una característica del Estado Tóxico de nuestros tiempos.

Silvino Vergara Nava
Silvino Vergara Nava
Doctor en Derecho por la Universidad Panamericana, y la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Litigante en materia fiscal y administrativa. Profesor de Maestría en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Escuela Libre de Derecho de Puebla.

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