Gustavo Rosas

Correos y más correos…

empieza copy

Hay tres cosas que parecen no tener fin: los problemas, los días de pago de impuestos y los correos electrónicos.

 

Leí que, en Francia, ya legislan para que sea ilegal enviar correos fuera del horario de trabajo, así ya nadie podría dejar un “amable correo” nocturno que te pide algo “para la primera hora” de la mañana o del lunes, de esos correos en los que se lee: “…disculpa que te moleste a esta hora… es necesario cuanto antes… que descanses…”.  El argumento principal para legislar al respecto es que, con esos correos, la jornada laboral no se respeta… prácticamente ha desaparecido.

 

No parece mala idea una “ley anti correos inoportunos”, pero regular no es siempre la mejor opción para mejorar una conducta social inadecuada,  el Gobierno es una conciencia desalmada, más reglas equivalen generalmente a mayor corrupción.  Es siempre mejor educar.

 

Ya decía Drucker, con mucha razón a pesar de que no recibió nunca un correo electrónico, que cuando encuentren los restos de nuestra civilización descubrirán que teníamos más recursos de los que podemos gestionar correctamente.

 

Un gran debate mundial se cierne sobre la manera en que debemos usar esos recursos de los que disponemos actualmente, mucho se discute en las redes con respecto a los nuevos desafíos de la ética y de la conducta: la conexión permanente que genera desintegración, la “modernidad líquida” (tal como llama Bauman a los vínculos sin rostro que ofrece la Web), la vida sin horario, la urgencia continua, la invasión a la privacidad, la dificultad para distinguir entre tiempo de trabajo y tiempo de descanso.    Así es nuestro tiempo.

 

Muchas mentes brillantes están pensando y escribiendo sobre este nuevo orden social, pero mientras ellos resuelven cómo debe usarse lo que tenemos nosotros tenemos que actuar de manera práctica, yo propongo que usemos tres herramientas sencillas y siempre efectivas:

 

1. Conciencia.- cuando enviamos un correo electrónico debemos estar conscientes de que nuestro interlocutor no siempre puede contestar inmediatamente, no quiere decir que esté molesto con nosotros, que no le importamos, que no quiera contestarnos o que le haya pasado algo trágico. La tecnología nos engaña aparentando que estamos cerca y siempre disponibles, la realidad es que tenemos un límite para atender asuntos y para estar presentes. Si es urgente no puede pedirse por correo electrónico.

 

2. Comunicación adecuada.- Existen muchos malos entendidos por lo que se escribe. Un mensaje, especialmente si es corto, requiere de una buena redacción (un recurso muy escaso); nadie puede negar que es difícil ser, al mismo tiempo, breve y claro por escrito. No debemos olvidar que tendemos a entender a los otros según cómo nos sentimos y eso nos hace malinterpretarlos muchas veces. Es importante hablar con los demás para evitar confusiones, o para aclarar lo que escribieron, yo creo que ahora que las llamadas son más baratas es mejor llamar que escribirlo todo. Cuando estudié mecanografía (hace 33 años en la secundaria), nos enseñaron que un memorándum, que es el papá del correo electrónico, debía transmitir, al que lo lee, un mensaje de manera clara y breve, no se trata de una carta ni de una novela, si se cobrara por palabra (como se hacía con los telegramas) seguramente todos pensaríamos mejor lo que vamos a escribir.

 

3. Cortesía.- Llenar de correos a los demás no es amable, tampoco considero educado reenviar correos con tres letras, como FYI, y abajo una cadena interminable de correos que se tienen que leer como una novela de misterio para encontrar en qué parte de todo eso está uno involucrado.  Es educado explicar brevemente lo que se debe encontrar en esa cadena de correos.  Aquí también se puede aplicar la regla de oro:  no envíes a otro el correo que no quieres que te envíen a ti.

 

Como le pasó a la generación a la que le tocó empezar a usar automóviles, pero ahora a nosotros, el desafío es aprender a manejar las herramientas con las que tenemos que vivir y convivir.

 

@grosasgoiz

Gustavo Rosas Goiz
Sígueme
Últimas entradas de Gustavo Rosas Goiz (ver todo)
Gustavo Rosas Goiz
Lo mío es contar, por eso cuento lo que se cuenta. Lo que sé: cuenta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *