Gustavo Rosas

Señales

 

Hace más de 25 años, manejando una camioneta Ichi Van roja de mis papás, en un tramo de la carretera rumbo a Huamantla, tomé muy rápido una curva… me faltó muy poco para perder el control y que la camioneta se volteara, con todo lo que eso implica.  Cuando llegué a mi destino me tardé un buen rato para sentirme tranquilo, me angustiaba pensar que se hubieran lastimado los amigos que iban conmigo, mi novia incluida, por mi culpa.  Afortunadamente no pasó nada, fue solo el susto, pero en mi reflexión posterior pude ver en retrospectiva cada una de las señales de advertencia que alertaban por una curva peligrosa, “a 500 metros, a 200 metros, a 100 metros”…

¿Por qué hay tantas volcaduras en curvas peligrosas a pesar de los letreros de advertencia? porque no vemos las señales. Nos accidentamos continuamente en las “curvas” de la vida por la misma razón: no hacemos caso a las señales.

Antes de que ocurra el “accidente” una señal, al menos, nos advierte.

Señales como la sensación de malestar, el reclamo, la inconformidad, el dolor, la frustración, el desánimo, la pelea, la angustia, la tristeza continua y muchas otras advertencias nos debieran hacer bajar la velocidad antes de entrar a “la curva peligrosa”. Mejor hacer caso a la primera señal, cuando todavía estamos a 500 metros, aunque todas las señales antes de que ocurra el riesgo son oportunidades.

Y si ya ocurrió el percance, no volvamos a despreciar las señales. No abandonemos el camino, viajemos atentos.

Gustavo Rosas Goiz
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Lo mío es contar, por eso cuento lo que se cuenta. Lo que sé: cuenta.

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