¿Te ha pasado que en ciertas épocas de la vida todo parece conspirar en tu contra? ¿Y por más que te esfuerces parece que nada sale bien? A todos nos pasa y pasa de vez en cuando a lo largo de la vida, nadie se libra: una enfermedad, un problema, una injusticia…
Las primeras veces que nos pasa parece que no habrá salida, nos atormentamos, luchamos y luchamos inútilmente… hasta que quién sabe cómo recibimos ayuda, adivinamos de pronto que hay una salida al bache en el que estamos. Aunque de entrada estamos tan angustiados que rechazamos cualquier voz que nos señala hacia la esperanza.
Lo más valioso que me ha pasado, en esas épocas difíciles, es recibir un poco de paz en medio de la lucha.
Nunca supe bien cómo expresar eso que ocurre, milagrosamente, justo en medio de las horas más oscuras, atravesando el dolor, alguien o algo nos trae un viento suave que nos refresca el corazón y empezamos a creer que lo que nos pasa no es permanente. El otro día recibí, como un regalo, un pequeño poema de Pedro Casaldáliga que expresa correctamente lo que no puedo explicarte. Este pensamiento es mi oración de esta temporada turbulenta. Te la comparto porque puede ayudarte como a mí, léela en voz alta, lentamente, en un rincón tranquilo.
Lo que pides se te dará.
Danos tu paz
Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha
como una flor de fuego;
que rompe en plena noche
como un canto escondido;
que llega en plena muerte
como el beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre,
desnudos de ventajas,
vestidos por el viento de una esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre
que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre
que se aferra a la vida.
La Paz que se comparte
en igualdad fraterna
como el agua y la Hostia.
Pedro Casaldáliga
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