“Antes de salvar a la Tierra, salvarán a los bancos”
José Pablo Feinmann
Los asesores financieros, los economistas y los analistas bancarios siempre han sostenido que el uso de las tarjetas de crédito debe hacerse con cautela, más ahora que cualquiera puede contar con una o varias de ellas, por la facilidad con que se expiden a las personas: es muy fácil contar con ese crédito. Además —a decir de esos expertos—, ellas son de los prestamos que cuentan con el más elevado costo en el mercado, si no con que el de mayor tasa de interés. Por ello, la recomendación de los expertos para que no se haga uso de los denominados plásticos.
Cabe recordar que la crisis de diciembre de 1994 aquí en México (que después cundió para toda América latina, principalmente, y a lo que se le denomino el “efecto tequila”), en parte, tuvo como causa el hecho de haber puesto, como nunca antes en el mercado, una gran cantidad de tarjetas de crédito, cuya consecuencia fue que muchos de los usuarios no tuvieran la capacidad de pagar esos créditos. Por ello es que, después, el Estado tuvo que hacer frente a los adeudos con los bancos por medio del denominado FOBAPROA, que, a la fecha, se sigue pagando con recursos del erario federal.
Desde luego que las tarjetas de crédito son, en muchas de las ocasiones, el único crédito con que puede contar una gran cantidad de ciudadanos, con las que se puede adquirir desde insumos y equipos de las casas-habitación hasta equipar oficinas, remodelar casas, conseguir vehículos, etc. Esto es debido, porque, en México, no hay sistemas de préstamo cercanos a la población de a pie; por ende, nos topamos con la necesidad de conseguir esos prestamos vía tarjetas de crédito, al grado de que, desde hace algún tiempo, se han convertido en el instrumento financiero para poder hacer frente al pago, incluso, de la propia despensa y de muchas de las compras de primera necesidad. Así, en tanto el Estado no prevea sistemas de préstamos más asequibles, con créditos blandos, para la población en general y para las micro, pequeñas y medianas empresas, se seguirá usando esas tarjetas de crédito con los riesgos que representa.
En la pasada tercera semana de noviembre de 2019, se puso en conocimiento de los medios de comunicación que el SAT instrumentará, con las instituciones de las tarjetas de crédito, que: “para facilidad, a partir de abril de 2020, en la expedición de los comprobantes fiscales, se incluirá el registro federal de contribuyentes en el uso de la tarjeta de crédito”. Lo cual es, desde luego, una noticia a medias, pues lo que interesa no es que se expida el comprobante fiscal, sino controlar y conocer el nivel de consumo de los usuarios de las tarjetas de crédito y, así, determinar lo que se denomina como discrepancia fiscal, es decir, que existen más gastos que ingresos declarados para concluir que la diferencia es causa de impuesto sobre la renta y que debe pagarse a la autoridad fiscal.
No debe perderse de vista que, en el caso de las tarjetas de crédito, incluso las departamentales, es decir, aquellas que expiden a sus clientes los supermercados y las empresas departamentales a partir de septiembre de 2013, se considera que son actividades vulnerables, como lo determina la ley anti-lavado. Por ende, esas compañías deben reportar mensualmente quiénes son sus clientes ante el SAT, si el monto de sus operaciones mensuales son cantidades elevadas. Ahora resulta que, con esta medida anunciada en este mes de noviembre de 2019, lo que se va a permitir es que las autoridades fiscales federales ejerzan facultades de comprobación sobre el consumo de las tarjetas de crédito y, sobre ello, determinará si el consumo de la tarjeta de crédito no es acorde con los ingresos que se reportan al SAT para determinar el crédito fiscal respectivo, es decir, el adeudo del contribuyente a la autoridad hacendaria. De darse esto: ¿cuántas personas, dígase estudiantes, dependientes económicos de empleados o propietarios de negocios, amas de casa, etc., que cuentan con tarjetas de crédito y que no presentan declaraciones ante el SAT, atendiendo a su dependencia económica, serán observadas, requeridas y embargadas por el SAT? Pues, con la información con que contará la autoridad fiscal a partir de 2020 por cada consumo que se vincule con el registro federal de contribuyentes, será una base de datos que, como siempre, se usará política y discrecionalmente. Desde luego que esto se volverá una casería de brujas. Sin embargo, esta puerta que está abriendo la autoridad fiscal provocará un grave retroceso a la economía del país, una clara desaceleración y grave contradicción con las medidas para hacer frente a la crisis económica mundial que se avecina para 2020 y que, en muchas ramas de la actividad económica, ya se está sintiendo. Es paradójico que la autoridad pretenda que desaparezca el uso de dinero en efectivo con este tipo de medidas. Pareciera que México es el sitio ideal, desde hace ya muchos años, para estancar la activad económica, y una de ellas es la que se comenta. Por ello: ¡cuidados con el uso de las tarjetas de crédito!
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