“El mexicano y la mexicanidad se
definen como ruptura y negación”
Octavio Paz
Dr. Silvino Vergara Nava
Posiblemente, la obra más emblemática respecto a la naturaleza de nuestro nacionalismo es el Laberinto de la Soledad escrita por Octavio Paz en la década de los cincuenta del siglo pasado. En sus páginas se encuentran conceptos tan sobresalientes como el siguiente: “El mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación. Y, asimismo, como búsqueda, como voluntad por trascender ese estado de exilio. En suma, como viva conciencia de la soledad, histórica y personal”.
Desde luego, una de las luchas permanentes de nuestra mexicanidad es con lo externo, lo de afuera; por ello, en un tiempo en México, al que prefería los productos y tradiciones extranjeras en lugar de lo propio, de lo nacional, se le denominaba “malinchista”; hoy es una palabra que ha sido olvidada, sobre todo por las generaciones más jóvenes; pero eso no significa que ya no exista tal batalla entre lo nacional y lo extranjero; por el contrario, subsiste entre la población que sigue tratando de buscar y defender una identidad propia de nuestra nación, de nuestras propias costumbres, tradiciones y de nuestros propios productos, y aquella otra parte —que pareciera cada día más grande— que consideran que los productos extranjeros y, más aun, las tradiciones y costumbres de otras latitudes son mejores y que nuestro país se debe ir acercando cada día más a ellos.
Probablemente, esas batallas ya no se daban gracias a ese nacionalismo en los tiempos en que México firmó el Tratado de Libre Comercio, pues ese ordenamiento permitió que fuera más fácil encontrar en el mercado productos norteamericanos en vez de los propios de nuestra nación, la industria mexicana desapareció. Razón por la cual, hoy la industria mexicana se convirtió en maquiladores, y aquellos pujantes industriales mexicanos quedaron reducidos, en su mayoría, a constructores o políticos.
Dentro de esas batallas se encuentra el ámbito cultural, convertido en un ambiente generalizado que dicta que es mejor lo extranjero que lo nacional; por ello, se le da mayor credibilidad a los productos extranjeros y no a los nacionales. En el ámbito de la educación, se cree que es mejor la educación extranjera que la nacional. Por su parte, en las teorías e investigaciones, lo nacional se asume como algo que, prácticamente, no tiene nada que hacer ante las investigaciones de universidades extranjeras. En el caso de la reflexión, es decir de la filosofía, parece que no puede haber una filosofía propia mexicana, pues como que estamos convencidos de lo sostenido por los pensadores alemanes, quienes sostienen enfáticamente que solamente la filosofía se puede construir desde el idioma alemán.
Y en el campo político, pero, sobre todo, en la parte de las acciones de gobierno, no hay excepción en darle preferencia a lo externo y no a lo nacional. Desde hace tiempo se ha considerado que es necesario, por ejemplo, hacerse de los servicios de asesores de otros países para aplicar medidas económicas o, bien, en acciones hacendarias; incluso, en el caso de investigaciones tan delicadas y lamentables como la de los 43 desaparecidos en el Estado de Guerrero, se dio preferencia, en la administración pública anterior, a que acudieran a realizar sus investigaciones cuerpos de investigadores extranjeros, como es sabio de los expertos provenientes de Argentina que, irónicamente, cuando estaban más cerca de algunas conclusiones, el sistema los expulsó.
Ahora, con la nueva administración, la cual ha sostenido que se trata no de un cambio simplemente de personas, sino de régimen (denominándosele, por ello, como la cuarta transformación de México), se esperaría que, si la tendencia que se tenía era una preferencia sobre lo externo, se moviera el péndulo hacia el otro extremo, es decir, hacia lo nacional, para darle preferencia a lo propio, a que, con nuestros recursos, capacidades, hombres y mujeres, pudiéramos enfrentar y resolver nuestros propios problemas. Sin embargo, una muestra de lo contrario es lo que ha sucedido actualmente con las investigaciones respecto a la caída del helicóptero, en Puebla, en el que se encontraba la gobernadora del Estado; pues, lejos de que se diera prioridad a investigadores mexicanos, nuevamente seguimos sobre la misma plana de la libreta, es decir, darle preferencia a los investigadores foráneos, ahora canadienses: como que pareciera que eso legitima el resultado que se vaya a presentar. Sin embargo, seguir prefiriendo lo extranjero es reducir la credibilidad del propio mexicano y de sus capacidades. Basta recordar que esta administración federal, en el tiempo en que gobernó la ciudad de México, se hizo asesorar de un ex alcalde de Nueva York para el rubro de seguridad pública.
Si, efectivamente, estamos buscando la cuarta transformación del país, deberíamos darle mayor credibilidad a lo mexicano, a mujeres y hombres nacionales que tienen la capacidad suficiente como para poder reflexionar, investigar, concluir desde nuestra propia educación, cultura, desde nuestras tradiciones; y no estar esperanzados en lo que se determine desde afuera. Por ello, debemos rechazar ese minimalismo nacionalista que esta agobiando a México desde hace más de 30 años.
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